"Hacer un país es hacer hombres para que, a su vez, los hombres hagan el país" (Arturo Jauretche)

lunes, 3 de enero de 2011

Armstrong: ¿Riqueza = Bienestar?

“Las aguas bajan turbias”
Por Julio Capanna

“Jodido cuando lo malo se hace costumbre” leí por ahí en algún libro y la frase me vino a la mente hoy mientras iba a buscar agua –bidón mediante- al lugar de donde se supone que el líquido elemento tendría que salir “apto para consumo humano”. Economía familiar mediante, la ecuación no cierra. Si el agua que sale de la canilla debe ser -por lógica y por el costo- apta para el consumo, ¿como es que se ofrece esa misma agua, con un “proceso de mejorado” que la hace apta, pero a la que solo se puede acceder con un pago extra? Si el agua “mejorada”, al momento de adquirirla, sale de una canilla al igual que la de nuestros hogares ¿Cuál es el motivo de que no podamos acceder desde nuestras casas a ésta, con el mismo proceso que le otorga calidad para el consumo humano? Y en todo caso, si el problema está en la deficiencia de la tecnológica empleada ¿debe ser el consumidor el que paga por un déficit ajeno que lo obliga, o bien a comprar agua de distribuidores particulares (comercio generalizado desde hace años debido a la evidencia nunca confirmada o negada de lo nocivo del agua local cuando existe un consumo acumulativo en el tiempo) o, en caso de que el presupuesto familiar no se lo permita, a recurrir a la “mejorada” que ofrece la empresa que presta el servicio? Además, si el agua del grifo fuese tan apta como en algún momento se pretendió demostrar ¿qué necesidad de comercializar ésta con un tratamiento de depuración mayor?

Acaso si el servicio eléctrico –por poner un ejemplo- fuese deficiente y no tuviese capacidad mínima para que cada casa conectada a la red recibiese la necesaria para los usos habituales ¿Tendría lógica que la empresa distribuidora vendiese grupos electrógenos a muy bajo precio para subsanar el déficit, o debería encargarse de la inversión necesaria para que el servicio que presta sea el adecuado para todos y cada uno de los que pagan por la correcta distribución del mismo? Así las cosas, entre tener que hacer un gasto que –al momento de escribir esto- se hace oneroso, o usar el agua de la canilla a la que la precede una muy mala fama –y es que como dice el acervo popular “cuando el río suena, agua trae”- hay que adecuarse a este “mal intermedio”, en espera de que las autoridades dispongan la llegada de un acueducto que nos librará de todo mal.

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