En 1940 una maestra de 39 años fue designada "directora de 6ta categoría y maestra de grado con el sueldo mensual de doscientos pesos m/n y que deberá prestar servicios en la escuela nº 942 Los Guasunchos". Esta escuela es precisamente la casa rodante. En realidad es un vagón o coche motor ferroviario, reacondicionado al costo de $ 10.000, remolcable por algún tractor hacia los diversos destinos en el norte de la provincia -en pleno monte santafesino-zona donde el algarrobo y el quebracho eran devastados por compañías extranjeras, entre otras La Forestal, de dramático recuerdo por su inhumana explotación. Durante 22 años Angela recorre los obrajes: Los Guasunchos,Los Quebrachales e Itapé; las zonas rurales: Santa Margarita, Los Guanacos, Las Cuatro Bocas, El Mate. En 1950 pasa a Las Colonias: La Avanzada, La Carreta, La Hiedra.
Cuando hubo que designarla y se analizó su anterior actuación, ya que había ejercido como maestra desde joven en zonas rurales o estancias de familiares, descubren que no tenía título habilitante. No había podido completar la Escuela Normal en Rafaela, donde fuera compañera de Leticia Cossettini. La sensatez se impuso: era más importante su experiencia real y su trayectoria hecha de entrega que el título.
Ángela había nacido en Providencia, provincia de Santa Fe, el 9 de noviembre de 1909. Padres: Josefa Pino y Angel Peralta.
Con la misma fuerza de los quebrachos que le dieron sombra durante veintitrés años en el norte de Santa Fe, nace la vocación de maestra de Angela Peralta Pino. Los conocimientos docentes los adquiere observando la labor en el aula de una tía suya, y a pesar de que las dificultades económicas no le permiten obtener título habilitante, se consagra durante años a la docencia desinteresada y silenciosa.
Esta escuela, montada sobre ruedas, era ágil. Estaba constituida por una casilla de madera que a su vez se dividía en un aula y dos compartimientos para cocina y baño. Un tractor la llevaba de destino en destino, arrastrando además un carrito aguatero.
El 26 de marzo de 1940 sale de Tostado llevando a su directora titular -Angelita- a quien acompañaba su tía Laura Pino de Pereyra. Era la Escuela Rodante Nro. 942. Su misión: internarse en los quebrachales para combatir el analfabetismo, y como aspecto insoslayable de su quehacer civilizador, normalizar las relaciones entre el hombre y la mujer, socorrer las necesidades de la problemática sanitaria del medio, contrarrestar los efectos morales y perniciosos del hambre y del hacinamiento y aunar todo ese trabajo con una obra evangelizadora social-cristiana.
Parten hacia el obraje que distaba 170 km. Pasan horas de angustias en el traslado. Los víveres comienzan a escasear.
A la mañana Angelita observa el ambiente y la manera de actuar de los niños a los que tendrá que comprender para poder guiarlos. Observa las viviendas construidas de palo a pique y de un solo recinto, rodeadas de bolsas o con dos paredes embarradas, y las otras cubiertas de una planta parásito, parecida a las que suben a las palmeras. Ni puertas ni ventanas. Las camas, horcones elevados clavados en el suelo, y palos cruzados sobre los mismos cubiertos por bolsas que deben servir de colchón. Familias de hasta siete hijos y perros que duermen con ellos.
Comprueba con dolor que los chicos duermen debajo del catre de los padres, sobre bolsas, y se tapan con ponchos raídos. Los calentará la cercanía de los perros. Pulgas, vinchucas, piques, garrapatas y mosquitos abundan. Poca carne. No hay leche. Tampoco verdura. El jornal escaso, satisface la mayor parte de las veces sólo el vicio del alcohol que hace irresponsable a los hombres. Las mujeres, indolentes. Este es el panorama que encontró la educadora al llegar a destino.
Pero intuye que conquistará a esos chicos y también a los grandes. Confía en el acercamiento, en la educación, en la instrucción.
Comienza a dar ejemplo, cultivando ella misma jardín y huerta.
Poco a poco los va atrayendo. Con dulzura y cariño les quita el temor. Los padres, hostiles al comienzo, cambian lentamente sus conductas gracias a la obra benéfica de la escuela.
Ella desconoce horarios, cultiva sentimientos, transfiere habilidades. No ceja en el esfuerzo. A su lado, sólo el monte lleno de riquezas y de miserias a la vez.
La naturaleza, agresiva y en permanente acecho contra el hombre, la envuelve y como si no quisiera que le arranquen sus secretos se defiende con reptiles y alimañas.
Angelita entrevista a los dueños de los establecimientos más cercanos, a los administradores de los obrajes. Los concientiza para que le acerquen golosinas que distribuirá entre los niños al menos en las fechas patrias. Cada vez la distancia entre unos y otros, es menor. En 1941 ya asisten 14 niñas y 15 varones, y Angelita escribe: "El ambiente se va modificando. Lentamente se transforman los sentimientos, y la influencia educativa llega al corazón indomable del hachero".
Los administradores de las estancias aceptan colaborar con ropa y medicamentos, y la docente puede ya ir tranquila hasta Santa Margarita en busca de un médico, segura de ser respetada, porque todos conocen su tarea de amor.
Sólo en las vacaciones de verano y de invierno regresa al hogar donde la espera su madre, esa madre que durante el año, le remite verduras y frutas porque sabe que todo le hará falta. A la obra que Peralta Pino realiza, debemos agregar su preocupación por regularizar la situación de las parejas que ha conseguido educar. Para ello peticiona un Juez de Paz y un sacerdote a la ciudad vecina. Los niños tomarán la primera comunión y para ellos solicitará un envío de juguetes.
La población de "Los Guasunchos", acabado el desmonte en el lugar emigra, y la "Maestra Caracol" -como era nombrada- lo hace junto a ellos y se instala en "Los Quebrachales". Cuando en ese lugar también termine la tala del quebracho colorado, ella los seguirá al obraje de "Itapé". En ese claro de la umbrosa selva es Angelita quien dice: "En el fondo, siempre, simplemente, seres humanos".
Después regresará a un sitio cercano a "Los Guasunchos", y luego a "Los Guanacos", hasta el año 1950. Imperturbables, siempre a su lado, los quebrachales inmensos y los algarrobos y los chañares. En las abras arde el sol.
Con el tiempo se enferma de avitaminosis. Apenas se repone continúa trabajando en "El Mate" y después en "La Avanzada" y en "La Carreta". Por las noches, a la luz de un farol, la señorita Pino da clases a madres analfabetas y a adultos.
Cuando se traslada a la colonia "La Hiedra", emprende la última cruzada que durará hasta el año 1963, año en que renuncia a su cargo para acompañara a su anciana madre. En su diario leemos: "Viviendo el dolor de mis niños, mi corazón de mujer y de maestra ha llorado de hambre, de frío y de alegría".
Angelita Peralta Pino, la docente a la que llamaron "Maestra Caracol" y también "Samaritana del Monte", descansó recién de sus fatigas junto a su madre, en la ciudad de San Cristóbal -provincia de Santa Fe-, donde las autoridades y el pueblo diariamente le rinden su homenaje.
Recibió diferentes premios, entre otros, el del Divino Maestro en el Teatro General San Martín de la Capital Federal en 1938, y fue designada "Alicia 88", por la Institución Reconocimiento Alicia Moreau de Justo -una actitud en la vida-, que tuvo lugar el 22 de junio de 1988, oportunidad en que el Intendente de la ciudad de San Cristóbal la acercó a recibir el premio.
Angelita -la mujer maestra-, que izó la bandera de la patria hasta el tope de un mástil rústico, que derramó la luz del saber en mentes dormidas entre las sombras de la selva donde el dolor golpea a los seres humanos tanto como el hacha a los quebrachos, escribía también poemas.
La Escuela Rodante No. 942, hoy restaurada, se encuentra en el patio del Museo Histórico Regional de la ciudad de Tostado. Finalizada la restauración se invita a Angelita Peralta Pino para que abra sus puertas, como un homenaje más a su ejemplo de vida, que recorrió las rutas "históricas de la alfabetización hasta los rincones más apartados, llevando la acción civilizadora de la escuela con la entereza de su apostolado".
Angela Peralta Pino falleció en 1991.
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