"Hacer un país es hacer hombres para que, a su vez, los hombres hagan el país" (Arturo Jauretche)

jueves, 17 de noviembre de 2011

Orwellianas en Armstrong

Gran Hermano es el nombre de un personaje de la novela 1984, del británico George Orwell, publicada en 1949. Debido a la fama que alcanzó el libro, el nombre del personaje se volvió de uso frecuente tanto para referirse a gobiernos autoritarios o que ejercen un control excesivo sobre la información, como a personas u organizaciones –las corporaciones mediáticas son un ejemplo- que en su accionar ejercen una influencia peligrosa e invasiva del ámbito reservado a la intimidad.
La expresión se popularizó a escala global tras la aparición del concurso televisivo cuyo nombre hace referencia al personaje literario, hasta tal punto que la mayoría de las personas que conocen la expresión ignoran el origen y la carga política que éste conlleva.

El exhibicionismo como fórmula de éxito mediato y la exacerbación morbosa de la exterioridad física –condición básica de inclusión- son algunos de los factores que actúan sobre la identificación del sujeto mediático pasivo –el espectador- en la aceptación tácita de esa puesta en escena virtual acotada, monótona y alienante.

Detrás de bambalinas, de la mirada del “ojo que todo lo ve”, poderosos intereses económicos manejan los hilos de las marionetas humanas que se prestan a ofrendar su cotidianidad en el altar de estos dioses del consumismo, la banalidad y el individualismo.

Ícono mediático, incide sobre una conciencia generacional que asume el hecho fortuito y acotado de esos “15 minutos de fama” como atajo hacia un reconocimiento social en las antípodas de los logros fruto del esfuerzo, perseverancia y superación. En este contexto, posee características afines a la exaltación con que nuestra sociedad asume como meta individual el acceso a ese parnaso donde conviven deportistas ultra-exitosos y glamorosas modelos publicitarias.

Reducir este fenómeno mediático/social al universo de los más jóvenes evitaría –de manera autocomplaciente- hacernos cargo de la responsabilidad que nos atañe. La frenética búsqueda posmoderna del “ser” sin sustancia y del elixir de la eterna juventud,  la sobrevaloración fetichista del éxito a cualquier precio y la claudicación ante las dificultades que surgen de los conflictos generacionales son espejos del universo adulto en el que los más jóvenes se reflejan.

Vástago de un sistema hegemónico que a escala mundial privilegia e irradia los mismos des-valores, esta tragicomedia efímera es quizás la muestra más acabada de lo que el pensamiento que la engendra pretende en el más acá, en el mundo real. La panacea de una “aldea global” donde todos, conforme al libreto, actuemos como si de la vida misma se tratara.

Julio Capanna - Armstrong Región