Tiempo Argentino
Publicado el 26 de Noviembre de 2010
Por Alberto Daneri
Escritor y periodista.
Cuando en el planeta tiemblan los lobbys, ocultos tras paquetes de salvatajes y juran que resolverán la crisis solos, la presidenta solicitó “racionalidad en la puja distributiva” al cerrar la Conferencia de la UIA. De ese modo respondió discreta a la queja del industrial Federico Nicholson sobre la “excesiva injerencia del Estado”. Pero los mercados (especificó rigurosa Cristina) no tienden a autoregularse. Pudo haber citado a Einstein: “Los principios están hechos para el ser humano y no el ser humano para los principios.”
Según el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, la política monetaria de los EE UU es culpable de la burbuja que estalló, originando esta recesión que crece con millones sin empleo y miles de casas sin dueño. En 2008, la acción del Citigroup se desplomó en un año de 56 dólares a 1 y la capitalización del grupo bajó un 95%. Gastó 45 mil millones que le “prestó” la Reserva Federal (a devolver nunca) y sus ejecutivos siguieron cobrando sueldos fabulosos. Además, como otras empresas, rechazó reconvertirse. Otro Nobel, Paul Krugman, predijo que el Bank of America y muchos más perderían miles de millones, “incapaces de aportar el crédito que la economía necesita; piden ayuda al Estado, pero no se la brindan a los deudores”. El 16 de abril de 2008, el FMI abrió el paraguas: pronosticó que la recesión duraría cinco años. Su poca fiabilidad la detalló Éric Toussaint: en seis meses pasó de vaticinar (noviembre de 2008) un crecimiento mundial de 2,2% para 2009, a bajarlo al 0,5% en enero de 2009 y a evaluarlo negativo en todos los países (marzo de 2009). No obstante, con la Argentina falló: crecimos el 0,9%. Pero el FMI (un eufemismo, pues en él mandan los Estados Unidos) no se renueva: exige a Irlanda baja de salarios y recesión; ergo, despidos.
¿Lo pide porque es inevitable? No, Krugman prefiere a Keynes: mayor gasto público. En 1933, dijo el presidente Roosevelt –reelecto 3 veces–: “La verdad de lo que ocurre es que los grandes centros financieros son los dueños del gobierno desde los días de Andrew Jackson.” Es decir, desde hace 150 años. Y el primer ministro inglés Benjamin Disraeli señaló en 1844: “Al mundo lo gobiernan personajes muy distintos de los que imaginan los que no están detrás de la escena.” ¿Es así?
Para los estudiosos, el crack de 1929 fue el robo más grande de la Historia. Primero, se retiraron silenciosos del mercado sus reyes J. D. Rockefeller y J. P. Morgan. Los bancos clamaron el pago de los préstamos al gran público. Casi toda la clase media tenía acciones, creía en su alza eterna y, cuando quiso vender, sus activos se derrumbaron. En tres años cayeron 16 mil bancos, adquiridos a centavos por la competencia (Rockefeller y otros), igual que cientos de empresas. Dijo en 1931 el congresista (luego envenenado) Louis McFadden: “Fue cuidadosamente planeado. Los banqueros internacionales buscaron lograr una condición de desesperación para surgir como los dueños de todos nosotros.” Con la excusa de acabar con la Depresión y la amenaza de diez años de prisión, la población fue obligada a entregar su oro al Estado. En los EE UU, no en la URSS. Veinte años después (1946) crearon el FMI. Lo obedecen todos los países; salvo cuando gobernó Perón, o Kirchner nos liberó al saldar la deuda. De la Rúa aceptó en 2000 un blindaje de 49 mil millones de dólares que jamás llegaron pues fue un “asiento en una computadora” (John Perkins, ex agente de la CIA en Confesiones de un gángster americano, 2003). Nadie le reclamó cuentas.
Y el ministro Cavallo hizo en 2001 igual que los Estados Unidos con el oro; gracias al “corralito” los bancos fugaron al exterior todos los dólares circulantes y devolvieron pesos devaluados. Según los economistas, el peso debía depreciarse un 40%. El presidente Duhalde, influido por la codicia empresarial para licuar sus pasivos, devaluó un… ¡400%!, subió el dólar de 1 a 4 pesos y sumió al 55% del pueblo en la exclusión. Se evadió, diciendo que no sabía de economía. ¿Casualidad?
Hoy los economistas no saben (ni lo sabían los de la Depresión, según John K. Galbraith) lo que les espera a la vuelta de la esquina. Desechan la economía real. Mientras los bancos acosan con políticas de ajuste (no le bajan las tasas al deudor y el Citibank Argentina financia del 34 al 53% a quien no paga el total de sus gastos de tarjeta), en Europa inyectan liquidez a corporaciones a cambio de nada: Irlanda notifica que seguirá echando personal; en España la desocupación es del 20% y el 40% en menores de 25 años (con una limosna de 428 euros mensuales a quien se le vence el subsidio de 645 euros durante 18 meses por desempleo); Francia decretó la extensión de la edad jubilatoria de 60 a 67 años para el salario completo; y con 40 años de aportes, improbables para desempleados. En los EE UU (que devalúa su moneda para competir con el mundo y reclama a China que revalúe el yuan), el Estado perdonó a los deudores un 7% de las tasas de las hipotecas. Es decir, se socializó la pérdida del 7% en toda la comunidad. ¿Y los bancos? No aportaron nada.
Es útil acotar que el FMI impuso sus recetas a Letonia en 2008; que Ucrania aumentó tarifas y la edad jubilatoria, que Hungría y Rumania suprimieron el aguinaldo. ¿El 9% que votará a Elisa Carrió en 2011 memora que rogó en 2008 volver al FMI y seguir sus normas? Roosevelt hizo lo opuesto: aumentó salarios (como los Kirchner), bajó las horas de labor (para ampliar la base ocupada), sindicalizó a las masas –Perón tomó ejemplo de él, no del fascismo como afirmaron Raúl Alfonsín o Carrió–, y mediante el New Deal aumentó los impuestos al capital.
Jamás el FMI le puso coto a un acreedor. Descree de la regulación –rechaza el control de precios, utilizado con éxito por Roosevelt en la Segunda Guerra y el derechista Nixon en 1974– y de cambiar las relaciones de fuerza. Perpetúa la “Táctica Rockefeller”. Exprime las caídas de precios de alimentos para que los países pobres dependan de sus créditos, mientras las empresas devoran a los débiles comprando sus productos a precios que ellas fijan, como sucede con “el campo” y un grupo de EE UU, Monsanto. Este perdió (mayo de 2005) su demanda contra el gobierno alemán, quien le prohibió cultivar su maíz transgénico MON 810 alegando daños en personas y animales. Ese grupo aquí posee aliados (multimedios guardianes de la ganancia sin freno) aunque la soja motive el ocaso gradual del suelo;
¿Cómo lo justifican? Aman más el bolsillo que las ideas. Dijo el ex ministro Dromi: “Nada de lo que deba ser del Estado quedará en sus manos.” Para lograrlo mienten, se infiltran en las mentes. Periodismo definido por el asesinado John F. Kennedy: “Es una máquina eficaz rígidamente tejida (…) Sus planes son ocultos, porque no se publican. Sus errores son quemados, no salen en los diarios. Sus disidentes son silenciados, no elogiados. Por esto, Solón decretó que, para los ciudadanos, era un delito desentenderse de los debates políticos.” Ahora el temor de los multimedios renace: los ciudadanos, como nunca antes, descubren que el rey está desnudo.
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