El 10 de diciembre de 1980, Adolfo Pérez Esquivel recibe el Premio Nobel de la Paz por su compromiso en la lucha por los Derechos Humanos. Durante la dictadura militar estuvo en prisión entre 1977 y 1978 y una contraorden de último momento evitó que fuese asesinado en lo que luego se conocerían como “los vuelos de la muerte”. Los medios oficiales de comunicación ignoraron la noticia del premio o tergiversaron la información diciendo que: “se le había otorgado el Nobel de la Paz a un terrorista que había estado preso”.
El siguiente texto fue extraído del libro “Doble juego – La Argentina católica y militar” de Horacio Verbitsky (Sudamericana 2006).
“Al anunciar su elección, el Comité Noruego que otorga el premio explicó que el propósito del fundador del Servicio de Paz y Justicia era “trabajar en la promoción de los derechos humanos fundamentales, sobre la exclusiva base de medios no violentos”. Dijo que durante lo que llamó “una forma de guerra civil”, el régimen militar había empleado una “extrema violencia” contra organizaciones terroristas que “crearon una atmósfera de inseguridad y miedo”.
“Miles de personas desaparecieron sin dejar huella y, en muchos casos, sabemos que fueron tratados en forma brutal y asesinados. Todo esto se llevó a cabo aprovechando de un completo silencio, sin atisbo de proceso legal. Esto trastornó la vida de hombres y mujeres que no tienen nada que ver con el terrorismo. Pérez Esquivel está entre aquellos argentinos que encendieron una luz en la oscuridad…En opinión del Comité Nobel, Pérez Esquivel representa en su lucha por los derechos humanos la lucha por la imagen y la reputación de la Argentina en el mundo”.
Una vez más, el Episcopado respondió con un gesto defensivo. Temeroso de que el Servicio de Paz y Justicia, creado por Pérez Esquivel en 1974, pudiera ser confundido con la Pontificia Comisión Iustitia et Pax del Vaticano, “cuyo presidente es el cardenal Bernardín Gantin, o con la Comisión Argentina de Justicia y Paz, que depende de la Comisión Episcopal Argentina y cuyo asesor eclesiástico es monseñor Domingo Castagna” aclaró que se trataba de entes distintos.
Pero no le bastó con eso. Según el despacho difundido por la agencia oficial de la iglesia AICA,
“el aludido Servicio Paz y Justicia, cuyos miembros pueden ser católicos o de cualquier otra denominación cristiana, está relacionado más bien con el Consejo mundial de Iglesias, una organización internacional que agrupa a numerosas iglesias cristianas pero no a la Iglesia Católica, y del cual dicho servicio recibe ayuda económica. El mencionado servicio no tiene ninguna relación con la Iglesia Católica”.
La Circular de Inteligencia 180 ordenó que todos los consulados argentinos en el mundo difundieran la declaración episcopal, lo cual cerraba el círculo de cooperación entre la Iglesia y el gobierno militar.
El obispo Ítalo Di Stéfano descalificó no sólo al premiado sino incluso al premio. Recordó que se pagaba con el ingreso de la patente “de los explosivos para fines principalmente bélicos”, pese a lo cual celebró que el año previo se le hubiera otorgado a la Madre Teresa de Calcuta.
Al agradecer el premio, Pérez Esquivel dijo que la no violencia prioriza valores cristianos esenciales como “la sagrada, trascendente e irrevocable dignidad inherente al ser humano por ser hijo de Dios y hermano o hermana de Cristo, y en consecuencia nuestro propio hermano o hermana”.
Era demasiado para una jerarquía que se había abrazado a los sectores dominantes y consentido la persecución más cruel dentro de sus propias filas a aquellos que habían hecho la opción descripta por el Comité Nobel. El integrismo no vaciló en acusar al Comité Nobel de haber premiado a “un agente de la guerra subversiva”.
Para el homenaje que se brindó al premiado los padres pasionistas prestaron su Casa de Nazareth. El único obispo católico que acompañó a Pérez Esquivel fue Novak, y se atrevieron a enviar adhesiones De Nevares, Hesayne, Zaspe, Laguna, Iriarte y Casaretto. Menos del diez por ciento del Episcopado. De Nevares fue el único que lo había propuesto para el premio ante el Comité Nobel, junto con obispos del Brasil y del Tercer Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario