Por Silvina Friera
(18/12/2010)
El hombre que avanza a un ritmo vertiginoso y sostenido –hundido en una montaña de libros en su estudio-guarida– es un “animal salvaje” de la escritura que no para de producir empresas “aluvionales”, como su monumental tratado filosófico sobre el peronismo. “Atenti: el escritor más joven de este país sigo siendo yo”, dice José Pablo Feinmann, ahora que está cumpliendo un viejo anhelo de comienzos de los años ’70 con la salida de Crítica de la Razón Imperial, suplementos semanales coleccionables ilustrados por Miguel Rep que Página/12 entregará gratis, a partir de mañana, con el diario. Le gusta –se sabe– insuflar unos cuantos grados más de calor a las batallas que entabla en sus textos. Habla en serio, animado por su pasión por filosofar y quemar las naves de los lugares comunes de tanto pensamiento descartable que prolifera por ahí. No le molesta, aclara, ser “un tipo maduro”. “No podría escribir lo que escribo si no tuviera los años y la sabiduría que tengo y todos los libros que me leí.” El hilo conductor de estos ensayos subtitulados “De la conquista de América a la guerra contra el terror” es el intento de salir de lo que JPF califica como “la peste de Heidegger”. Ante la envergadura de esta tarea “lateral” respecto de las “filosofías actuales”, a las que considera “cosificadas”, el cómo desarmar esa “peste” tan contagiosa no es un detalle menor. En eso anda, dándoles duro y parejo a las teclas de su computadora toda la noche, pulsando y afilando las cuerdas de sus lecturas y análisis.
El propio Heidegger que reniega de Ser y Tiempo, con el que destruye el sujeto cartesiano y el humanismo, será uno de los que guiarán a JPF. Como corresponde, adoptará también el concepto de “destotalización” de Sartre; y seguirá a Walter Benjamin para cuestionar que la historia avance dialécticamente. Y para revisar el estructuralismo, la muerte del humanismo, la muerte del sujeto, la muerte de la antropología, la muerte de la filosofía como “imagen del mundo”, tantas muertes anunciadas que se han convertido en su obsesión. La obsesión de Feinmann se explicitará en ocho libros en los que abordará la colonización de la subjetividad (el poder mediático y la construcción del sujeto-Otro), el olor a Napalm (historia conceptual del Imperio Norteamericano), la seriedad y el poder de lo negativo (Hegel, dialéctica y razón imperial), el mago y sus conjuros (Marx, dialéctica y colonialismo) y esclavos y monstruos (Sartre, el humanismo, sujeto y poder), entre otros tópicos.
En un número de la revista Envido de 1971 anticipó que algún día habría que publicar una “Crítica de la razón imperialista”. Las palabras muchas veces pasan a cuarteles de invierno. El tiempo y sus convulsiones las empuja hasta que regresan “higienizadas” de la horadación que provocan los malentendidos, los equívocos. JPF sustituyó uno de los vocablos de combate de este proyecto. “Trato de evitar la palabra ‘imperialismo’ por el desgaste que tiene”, admite en la entrevista con Página/12. “Edward Said, sin embargo, la usa sin ningún problema en su libro Cultura e imperialismo. Pero aquí, el imperialismo había muerto y todo llevaba a la morada del ser, al lenguaje, que remitía a Barthes, a Derrida. Y, desde luego, a Deleuze-Guattari, los Abbott y Costello de la filosofía de los años ochenta”, recuerda apelando a esas comparaciones que son una marca de la factoría Feinmann. “Para mí la negatividad sigue siendo fundamental en tanto la historia sigue siendo conflicto, antagonismo.” JPF tiene siempre una anécdota filosófica bajo la manga. “Cuando a Foucault le preguntan su opinión sobre el posmodernismo, dice que no sabe qué es. Y agrega que al menos el estructuralismo venía a ocuparse de la cuestión del sujeto. El estructuralismo liquidó al sujeto para poder entrar en Heidegger. Los franceses necesitaban salir de Marx y de Sartre para escapar del comunismo que se desgajaba precipitadamente.”
JPF vuelve sobre el filósofo francés. “Foucault, en plena guerra de Vietnam y en plena lucha de la guerrilla tercermundista por el ‘hombre nuevo’, declara: ‘El hombre ha muerto’, porque el maestro de Friburgo lo había decretado. Se pensaba una posible crítica a la modernidad, pero fuera de Marx y de Sartre: la de Heidegger. La harán desde la derecha, pero entregan al sujeto, al hombre, al humanismo, a la praxis y a la historia –enumera Feinmann las sucesivas caídas–. Esta es la French Theory; todo confluye en el lenguaje, que es la casa del Ser. El hombre sin subjetividad, sin praxis para hacer y ser hecho por la historia, en lugar de un ser que lucha por su dignidad y por los derechos humanos, por su libertad, ¡es un pastor idiota que cuida al ser cuando lo saca a pastorear! ¿Alguien le vio la cara al ser? No, porque el ser libre de significación no existe en ninguna parte en la experiencia humana.”
–¿Qué sucede con el poder mediático cuando otro poder, un gobierno, algo inédito por estos pagos, lo enfrenta?
–El sujeto mediático es el nuevo sujeto absoluto. Esta tesis es de una enorme riqueza. Creo que soy el primero que la postula, pero si no es así, me importa poco. El sujeto está más centrado que nunca. El sujeto hegeliano hoy se ha encarnado en el inconmensurable propietario de medios de ultraderecha Rupert Murdoch. La News Corporation, el Times, el New York Times, la Fox y otras corporaciones. Ojo: no sería raro que el grupo Clarín fuera un desprendimiento menor del poder de Murdoch y la News Corporation. Esta centralización del poder mediático ha restaurado todos los poderes abominables del sujeto cartesiano. El nuevo sujeto absoluto coloniza las subjetividades, entra en las casas, utiliza todos los medios que le son posibles. Desde Jack Bauer y las torturas exaltadas como necesarias en la lucha contra el terrorismo, hasta Tinelli y el culo de Luli Salazar. Tinelli y sus culos son altamente idiotizantes, hablo en serio; lo que busca el sujeto centralizado del siglo XXI es idiotizar las conciencias. ¡Cómo no van a ser altamente funcionales Susana Giménez o Mirtha Legrand! El sujeto absoluto mediático opera por medio de monopolios y oligopolios. Un gobierno, si quiere un control nacional de la información y de lo que llega a la ciudadanía, debe combatir a los oligopolios mediáticos que imponen una sola verdad, la de ellos. Esto explica la lucha de Cristina Crishner contra los monopolios mediáticos; uso “Crishner” para unir a Cristina con Néstor y pienso no dejar de hacerlo. Es una lucha por la autonomía del sujeto libre, una lucha por la diversidad de voces; diversidad que proponía el posmodernismo, pero que parece que sólo en América latina se está llevando a cabo. Mientras se escucha la verborrea fascista de Berlusconi y Sarkozy, en la Argentina se lucha contra el capital, que hoy tiene su expresión fundante en la concentración de medios.
–¿Por qué afirma en la introducción a la Crítica de la Razón Imperial que “el mayor enemigo del género humano” es el género humano?
–Soy pesimista acerca del futuro de la humanidad. Cuando el principal y más temible enemigo del Imperio es un fundamentalismo terrorista del que puede esperarse cualquier dislate nuclear con respuesta también nuclear, creo que la moral de la historia ha retrocedido. Entre el Che Guevara y Ahmadinejad la diferencia es abismal. La resistencia no es racional; no se busca superar al Imperio. Se busca solamente destruirlo porque no hay ni la menor idea acerca de qué poner en su lugar, salvo una cultura que se detuvo en el siglo XIII y que no hizo su Revolución Francesa. El terror contra el terror, ¿qué puede salir de ahí?
–¿Por qué cree que Marx no trasladó al resto del mundo colonial su análisis sobre Irlanda?
–Mi análisis de Marx me va a granjear muchos problemas; hay sueltos por algunas geografías de esta ciudad comisarios políticos estalinistas. Es evidente que Marx debió trasladar la relación de colonialismo que vio en Irlanda al resto del mundo colonial. Pero Irlanda era una colonia blanca y Marx le veía mayor racionalidad. En sus análisis sobre la cuestión colonial, a Marx lo perdió la dialéctica histórica que heredó de Hegel. Hay que leer el canto a la burguesía que realiza en el Manifiesto. La burguesía es la clase más revolucionaria de la humanidad: donde entra rompe todas las relaciones feudales. Esto lo trasladó a China e India. Y a América latina en su ensayo sobre Bolívar. Engels aplaudió la conquista americana de los territorios mexicanos. Este libro estará lleno de horrores; lo nuevo siempre horroriza. No se le restará a Marx haber descubierto la explotación capitalista. Sus reflexiones sobre la Comuna Rural rusa no alcanzan para borrar tantos errores surgidos de una aplicación férrea de la dialéctica histórica, de su necesariedad, de su devenir teleológico. Todo eso que Walter Benjamin mandará al mismísimo infierno. A los europeos les gusta hablar de la pereza de los pueblos subalternos. También Hegel hablaba de la pereza asiática y condenaba al Islam a quedar fuera de la historia. Se equivocó bien feo el olímpico Georg Wilhelm. El Islam se despertó y hoy Occidente tiembla.
JPF subraya que hay que rechazar fuertemente la teleología dialéctica. “No hay progreso en la historia. Hay acumulación de hechos; con lo que quiero decir que nada avanza. La historia es la lucha, el conflicto, el antagonismo de los sujetos de la praxis enfrentados. La hacen los hombres y la historia los hace a ellos. Pero si no hubiera hombres en este mundo, no habría historia. Habría cosas que van de un lado a otro sin una síntesis del campo práctico que sólo el hombre puede realizar. Cuando Heidegger pensaba en el hombre como pastor, acaso pensaba más en las vacas que en el hombre. Un auténtico pensador habría reflexionado sobre el nacionalsocialismo y su tragedia. ¡Qué riqueza habríamos tenido! Pero fue un cobarde que sólo entregó fórmulas herméticas: el pathos de la escucha a la llamada del ser. Bien se lo dijo Adorno: a mí me preocupa el pathos de la escucha al sufrimiento de los hombres. A nosotros también.
–Qué bella esta frase de Adorno, ¿no?
–La frase de Adorno es contundente. Yo también puedo decir una que pronuncié hace un par de años en una librería casi a los gritos, delante de mucha gente. Cuando vi el libro de la hasta ahora última estrella alemana del pensamiento, Peter Sloterdijk, Venir al mundo, venir al lenguaje, exclamé: “¡Pero qué cerdo alemán asquerosamente Primer Mundo!”. Cuando se viene al mundo, se viene al dolor, a la guerra, a la tortura, al hambre, a la expoliación, a la escandalosa diferencia entre pobres y ricos. También al lenguaje, por supuesto. Pero el lenguaje sirve para que comuniquemos lo que tenemos que decirnos en medio de esas prácticas urgentes que tienen que salvar vidas, y por medio de las que debemos luchar por nuestra libertad, nuestra dignidad. ¡Oh, qué bello Sloterdijk: venir al mundo, venir al lenguaje! ¿Esas fueron sus primeras palabras? Habrá enamorado a su partera, pero no más (risas).
–En el centro de sus ensayos está siempre Sartre. ¿Por qué ha sido tan negado y hasta injuriado? ¿Qué es lo que más molesta de la filosofía sartreana?
–Lo que incomoda de Sartre es que no deja de hablar de la explotación, del colonialismo europeo, de la praxis libre del sujeto libre, del sujeto sin contenidos. Sartre es el filósofo de la libertad. El sujeto siempre puede superar la estructura y ser capaz de un acto libre; existe la alienación, pero también es posible la lucha en su contra. Hay que salir de la comodidad de las academias y de la mediocridad de los papers. ¡Tiene que volver el compromiso! Si no, seremos lechugas sobredeterminadas por el lenguaje, la estructura, la economía, el maldito inconsciente y mil cosas más. ¡Basta de Lacan y Carl Schmitt! ¿Así que tenemos que suplantar la lucha de clases por la relación amigo-enemigo? ¡No nos tomen el pelo!
Hay que ver cómo se engrana JPF contra cierta filosofía express y sus celebrados personajes de culto.
“Mi defensa del sujeto radica en que siempre tiene que existir la posibilidad del despertar de la alienación –fundamenta–. El sujeto que despierta de esa pesadilla encuentra su libertad, y esa libertad se transforma en praxis. Siempre una lucha por la dignidad y la autoafirmación de los hombres fue una lucha por la libertad emprendida por sujetos libres.” Feinmann apela a una cita para redondear. Con la guapeza del que desafía a su propia memoria, la repite sin necesidad de volver sobre las páginas donde está escrita. “Como bien dice el querido Jean-Paul: ‘Existe la alienación. Pero si existe es porque algo se alienó. Lo que se alienó es la libertad. Sin libertad no habría alienación. La libertad es el fundamento del ser’. Y de la praxis, y de la lucidez, y de la capacidad de decir ‘no’ a toda la basura que nos echan encima y dudar de todo: desde Susana Giménez, Mirtha Legrand y Tinelli hasta Bush, hasta Macri, hasta Duhalde, hasta el poderoso Murdoch, hoy, todavía, invencible. Estamos en peligro y la tarea por la libertad es larga, ardua y seguramente dolorosa.”
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