Dentro de estas coordenadas histórico/sociales nos movemos desde hace siglos y, nos guste o no, creamos un universo de simbolismos que remiten necesariamente a las formas de expropiación y acumulación inherentes al sistema económico dominante. Nuestra cultura se encarga de perpetuar todos y cada uno de estos símbolos que hacen a la admisión natural de las contradicciones que engendra la explotación capitalista, consagrando como “hecho natural” un sistema artificial fundamentado en dicha forma de acumulación de riqueza.
“El dinero que el obrero recibe lo gasta para conservar su fuerza de trabajo. Lo que equivale a decir, si se considera en su conjunto la clase capitalista y la clase obrera, que el obrero gasta el dinero que recibe al solo objeto de conservar al capitalista el instrumento que le permite seguir siendo capitalista” (Marx/El capital)
En la saga cinematográfica “Matrix”, millones de humanos nacemos y permanecemos durante toda nuestra vida conectados a un sistema que transforma y utiliza la energía generada por cada persona, posibilitando ello el funcionamiento de las máquinas que dominan el planeta. Un programa de computación al que nos hallamos mentalmente conectados simula las condiciones de vida del mundo de finales del siglo 21. Dentro de esta “realidad virtual” nos desenvolvemos. Cuando la “pila humana” se agota, el cuerpo es licuado y sirve de alimento al resto.
¿Ciencia ficción o crítica descarnada del sistema en que vivimos?
Ahora que las temperaturas -y el bien ganado descanso de muchos de los ante-citados por Marx- facilitan algunas horas de ocio, el que suscribe recomienda la lectura de un libro que lleva por título el que da pie a este artículo, del británico Aldous Huxley (1894-1963). Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Aquí, allá…y en todas partes.
Julio Capanna para Armstrong/Región
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