Consecuencia de la dialéctica histórica es que las sociedades acumulan experiencia. Esto no garantiza los aciertos, ni una continuidad superadora. Es probable que las sociedades aprendan de las épocas de crisis más que las de bonanza. Avances y retrocesos forman parte de esa acumulación que va decantando y que en última instancia proporciona herramientas para encarar nuevos desafíos.
A 66 años de la fecha origen, el peronismo conserva una incidencia decisiva en la dirección del país. Contradictorio, pendular, camaleónico; habitan en su seno, más que en cualquier otra fuerza política, disyuntivas extremas que atraviesan la totalidad de su vida como movimiento de masas.
Nada puede explicarse de la historia de nuestro país en estos últimos 66 años sin la referencia obligada al la incidencia del peronismo. Aun en los momentos donde estuvo proscripto, su influencia marcó el pulso político del país. Generó, a izquierda y derecha, las más extremas tendencias, autoproclamadas merecedoras, garantes y herederas de las consignas que su líder.
¿Nace con Perón? ¿Inventa este coronel del ejército argentino un movimiento a la medida de sus ideas y que fiel a su liderazgo y autoría llevaría su apellido como característica identificatoria? ¿O fue Perón un catalizador que no hizo más que posibilitar el acceso a los más altos niveles del poder de fuerzas históricamente relegadas, latentes y reconocibles –siempre que pueda penetrarse el sólido condicionamiento de la historia “inventada” a medida por las clases dominantes- que afloraron periódicamente, a lo largo de nuestra historia, cuando las condiciones fueron propicias?
Son preguntas que después de seis décadas –poco o mucho, según se mida- continúan generando debates, análisis y reflexiones entre propios y ajenos.
El “Día de la Lealtad” resiste la tiranía del tiempo. Celebran quienes se sienten hermanados desde una profundidad de sentimientos ajenos a la razón y la lógica. En ello quizás reside su mayor fortaleza.
Personalmente, a un intento cotidiano de comprensión y análisis le agrego unas gotas de envidia.
Julio Capanna
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