Alfombras persas, muñequitas de goma,
Olor a Francia y los digitales”
(Charly García/1980)
No sabemos si Charly habrá leído a Jauretche, pero no cabe duda de dos cosas: a) del talento de un tipo que escribe esta canción en plena dictadura y el apogeo del “deme dos” y de la “plata dulce” y b) que José Mercado representa el paradigma del Mediopelo en la sociedad argentina, retratado magistralmente por Jauretche. Y como el río suena cada vez que a “alguien” por estas latitudes se le ocurre meterse con las importaciones –“proteccionismo” que le dicen- vale recorrer la historia universal y local para encontrar voces varias que validan esta política.
“En 1897, después de haber ejercido la presidencia de los Estados Unidos, el General Ulises J. Grant fue invitado a una reunión librecambista celebrada en Manchester. Luego que los oradores ingleses se hubiesen deshecho en elogios a favor del librecambio y denunciado las barreras del proteccionismo como nefastas para la libertad de comercio, el huésped americano, invitado a hablar, contestó de esta manera: “Durante dos siglos Inglaterra ha usado el proteccionismo, lo ha llevado hasta sus extremos, y le ha dado resultados satisfactorios. Después de esos dos siglos, Inglaterra ha considerado conveniente adoptar el librecambio, por asumir que el proteccionismo ya no le puede dar nada. Pues bien, señores, mi conocimiento de mi patria me hace creer que, dentro de doscientos años, cuando Norteamérica haya obtenido del régimen protector todo lo que este puede darle, adoptará firmemente el librecambio.”(Arturo Frondizi/”Carlos Pellegrini, industrialista y proteccionista”/1984)
Considerando al referente citado –yanqui ex presidente de su país- y a quienes va dirigida su oratoria –los más acérrimos defensores del librecambio, fundadores de las primeras colonias establecidas en el país del norte abastecedoras de materias primas para el imperio- el ejemplo es ilustrativo de lo que se teje cuando de proteccionismo y librecambio se habla. Al respecto, Carlos Pellegrini aporta lo suyo:
“No hay en el mundo un solo estadista serio que sea librecambista, en el sentido que aquí entienden esta teoría. Hoy todas las naciones son proteccionistas y diré algo más, siempre lo han sido y tienen fatalmente que serlo para mantener su importancia económica y política.”
Tres presidentes (Grant, Pellegrini y Frondizi), de países con una problemática similar en su originaria dependencia de la producción primaria, exponen las dificultades del desarrollo interno de un Estado sujeto a las reglas del librecambio. Agrega Jauretche al respecto:
“Los constructores de la grandeza norteamericana sabían diferenciar el distinto grado de evolución de las economías y comprender que los países más atrasados necesitan proteger el desarrollo paulatino de sus industrias ante la competencia demoledora de la importación a precios bajos, de los más adelantados. Resulta fatal el avance de los precios en las mercaderías en que interviene la técnica y la mano de obra abundante, sobre los precios de las materias primas. La riqueza de un país está en relación directa con la mano de obra ocupada y su retribución, o sea en la capacidad de su mercado interno de consumo, porque el país más rico no es el que más exporta o importa, sino el que más consume por habitante.” (Ejército y política/1958)
Cobra así sentido político la frase “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. El progreso de una nación relativamente joven como EE.UU está ligado –entre otras variables- al histórico proteccionismo sobre su producción, algo que continúa en el presente. Ahora bien, cuando de política económico/imperial se trata, los amigos del norte no reparan en aprietes para condicionar la firma de tratados de libre comercio –el ALCA fue su última intentona por estas tierras- que les garantice colocar sus excedentes en países con menor desarrollo industrial y tecnológico como son los latinoamericanos. Un feroz proteccionismo de “puertas hacia adentro” en contrapunto con la propaganda neoliberal que, sustentada por organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, se pregona como receta milagrosa para el progreso del resto del mundo.
Hasta aquí las coordenadas que nos traen al presente, donde resurge en nuestro país la disyuntiva histórica entre fuerzas que pujan por la supremacía del modelo agroexportador y de la dependencia económica, y las que se enmarcan en una línea de base nacional desarrollista e industrialista. Atravesados ambos modelos por intereses económicos comunes, en el trasfondo de la inclusión o exclusión que proyectan sobre la sociedad argentina es donde adquiere sentido general la acción de políticas estatales que equilibren las asimetrías que la acumulación de capitales genera.
-Un mal día China comienza a implementar una política agresiva en la fabricación de maquinarias agrícolas. Mil trescientos millones de chinos no son de despreciar a la hora de generar mano de obra barata, lo que otorga a lo producido un precio más que competitivo en el mercado mundial. En un posible mundo en crisis –similar al actual- el consumo se desacelera. El “gigante asiático” acumula excedentes de producción. Para ubicarlos elige mercados periféricos, aún al precio de que sus ganancias sean mucho menores o nulas. Regidos por reglas económicas de libremercado –como las implementadas en nuestra historia reciente por Martínez de Hoz o Cavallo- los países latinoamericanos importan estos excedentes. El productor agropecuario argentino se beneficia por el acceso o recambio del parque agrícola a menor precio pero… para competir con un producto importado cuyo valor está por debajo del costo de producción local, la industria nacional, que en una economía de librecambio está sujeta a la libre competencia y a la ausencia de regulaciones e incentivos estatales, sufre un paulatino deterioro; las pérdidas se amortizan apelando a la baja en los sueldos de los trabajadores –la flexibilización laboral es constitutiva de la economía liberal- y luego –en una dialéctica que no reconoce excepciones- subsiste achicando su planta operativa. Si esta política de apertura continúa en el tiempo, la suerte está echada: quiebra de centenares de empresas ligadas al sector metalmecánico y desocupación subsiguiente. En ésta –una ciudad como tantas otras que articula su economía en relación a la inyección de divisas generada por este sector- se sufre el impacto directo de la pérdida del poder adquisitivo del trabajador. Cierran las fábricas, cierran los comercios. Una historia conocida.-
Esta fábula podrá inscribirse en el rubro “película de terror clase B”; pero quizás sirva para ejemplificar que sin las mentadas medidas proteccionistas –en una Argentina con una fuerte sujeción intelectual colonizada (a izquierda y derecha) donde la dependencia foránea es fogoneada históricamente desde la prensa cipaya- puede ocurrir que, del otro lado del mundo, algún día un obrero chino suelde una plancha de hierro, y que por estos pagos nos resfriemos todos.
Arturo Jauretche: pensador, escritor y político argentino (1901-1974). Escritos: Manual de zonceras, Los profetas del odio, Filo, contrafilo y punta.
Arturo Frondizi: presidente argentino (1958-1962)Carlos Pellegrini: presidente argentino (1890-1892)
José Martínez de Hoz: ministro de economía de la dictadura cívico/militar (1976-1983)
Domingo Cavallo: ministro de economía de los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa
Julio Capanna/Armstrongyregión