“Hay mucha gente que no entiende la necesidad del revisionismo, porque no comprende que la falsificación de la historia es una “política de la historia” destinada a privarnos de experiencia, que es la sabiduría madre” (Arturo Jauretche)
El aprendizaje histórico está influido por la ideología de la clase social que ejerce la hegemonía económico/cultural del país en un momento histórico determinado. No existe una “Historia” aséptica e imparcial. Todo está impregnado por esa “superestructura” que determina lo que “hay que enseñar” y lo que “hay que aprender”.
De prejuicios están hechos muchos de nuestros textos de estudio. Omisiones premeditadas y sesgadas crónicas elitistas encuentran en el ambiente pedagógico y académico a los más acérrimos defensores de una continuidad temporal falsificada y luego reinventada con el fin de sostener dichos prejuicios. Falacias varias que atraviesan los textos con los que se educa sin un espíritu crítico necesario y fundamental para la consolidación de una Conciencia Nacional.
El conocimiento de la historia foránea por sobre la profundización del análisis de los acontecimientos propios evidencia las contradicciones que afectan a nuestra pedagogía. Si se suma a ello la ausencia de textos históricos de índole local y regional, se potencia aun más la desvinculación del alumno con una realidad inmediata que genere un vínculo de pertenencia.
Este vínculo es la resultante –entre otras cosas- del conocimiento y asimilación de las peculiaridades que nos caracterizan como pueblo –argentinos- en un contexto más amplio y también inclusivo –latinoamericanos-.
Frases hechas tales como la sarmentina “civilización y barbarie” y la más contemporánea “los argentinos descendemos de los barcos” muestran el carácter anti-latinoamericanista impulsado por el liberalismo de mediados del siglo XIX encarnado en la burguesía porteña ligada al capital inglés en alianza con la clase terrateniente dueña del mercado de exportación de carnes y cueros. Esto influyó luego en el prejuicio del inmigrante de la Europa mediterránea (italianos en su mayoría) hacia las culturas mestizas indo-hispánicas que habitaban antes de su llegada los territorios de nuestro país. De allí al posterior desprecio clasista hacia las masas que incorporó a la vida política el Irigoyenismo , y al movimiento obrero que encontró su cause histórico en el Peronismo, existe todo un hilo de continuidad muy difícil de rastrear en la bibliografía educativa oficial.
Rara vez nos encontraremos con análisis surgidos de referentes del “Pensamiento Nacional (Scalabrini Ortiz, Jauretche, J. M. Rosa, H. Arregui) en los textos escolares. Se tiende, además, a esmerilar los sucesos dejándolos desprovistos de las aristas que los caracterizan como expresiones salientes de los conflictos sociales que atraviesan la historia argentina.
En estos últimos años se incorporaron temas de estudio tales como Derechos Humanos, Derechos de los Pueblos Originarios, sobre gobiernos democráticos y dictaduras militares. Así y todo, la pedagogía sigue sin asumir el análisis profundo –despojado de todo prejuicio elitista- de los Movimientos Populares y sus expresiones políticas; manifestaciones éstas que modificaron el curso histórico de nuestro país desde sus orígenes y muy en especial en el siglo XX.
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