"Hacer un país es hacer hombres para que, a su vez, los hombres hagan el país" (Arturo Jauretche)

sábado, 18 de febrero de 2012

UNA DE PIRATAS

Malvinas es un tema con reflujo en el acontecer político y social argentino. Los sucesos de 1982 distorsionan esa dialéctica por su contexto histórico y por las secuelas emotivas que aún perduran en nuestra sociedad. A 30 años del conflicto, es tiempo de contextualizarlo en el marco de una injerencia británica rastreable ya en 1778, con la creación del Virreinato del Río de la Plata (la necesidad española de un mayor control sobre el contrabando británico en las costas atlánticas actuó como uno de los motivos de la separación de éste del Virreinato del Perú); continúa con las invasiones inglesas (1806-1807) y se transforma luego, desde el momento mismo de la independencia de estos territorios y la consiguiente formación de las Provincias Unidas, en una política dirigida a la sujeción económica que, exitosa y distorsiva, condicionaría el devenir de la Nación hasta mediados del siglo 20. La 2º guerra mundial (1939/1945) pone fin a la hegemonía colonial británica, aunque sus alianzas estratégicas le permitirán mantener su status imperial. Ciento cincuenta años de injerencia –solamente en breves períodos pudimos relajar esta sujeción-, nos exigen un análisis profundo para evitar reivindicaciones acotadas y sin proyección histórica.
Lo que en nuestros territorios los británicos no consiguieron con las armas bien lo hicieron con la diplomacia; y fueron los empréstitos (deuda externa) contraídos por los gobiernos locales los que terminaron de organizar al país en función de las necesidades comerciales inglesas. Bien sabido es el poco margen de negociación que tienen los deudores para con sus acreedores, y esa fue, desde que contrajimos nuestra primera deuda (empréstito Baring/1824), la relación con la metrópoli imperial. Deudores nosotros, acreedores aquellos.

Fue el siglo 19 el del apogeo del Imperio Británico. Dominó desde lo militar y lo económico el total de las rutas marítimas comerciales y abrió –con diplomacia o a sangre y fuego- los puertos que se resistieron a la imposición del libre mercado que era el núcleo de esta supremacía mundial. Manufacturas inglesas inundaban los mercados globales, y eran las materias primas de países como el nuestro las que sostenían el industrialismo anglosajón. Convengamos que el costo de la manufactura es –por su valor agregado- muy superior al de los productos básicos (cereales, cueros, carnes), y el conseguir a bajos precios estas materias primas fue política principal del imperio, a costa del empobrecimiento de los países que además vieron abortado su desarrollo industrial por una política que se articuló en una alianza estratégica entre las oligarquías agroexportadoras e Inglaterra. Esto fundamentó la pauperización del interior del país y su imposibilidad histórica de superar una estructura económica de base artesanal.

Vuelvo sobre el empréstito que la Baring Brothers nos concedió en 1824 porque aquel puede considerarse el hecho puntal que condicionó muchas de nuestras posteriores decisiones como país. La segregación de la Banda Oriental y del Alto Perú, la Batalla de Obligado, la derrota de Rosas en Caseros, la Guerra del Paraguay y la “Conquista del Desierto” trazan una línea de continuidad que se inicia en el condicionamiento original de aquel empréstito. El análisis de Raúl Scalabrini Ortíz  (1898-1959) en el libro “Política Británica en el Río de la Plata/1940” explicita aquello:

“Condensemos las operaciones y las líneas primordiales que caracterizan a esta primera operación financiera internacional argentina. Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia luchan por afirmar su influencia en el Río de la Plata, por lo cual, ante todo, pretenden endeudarnos con el acuerdo de empréstitos. Gran Bretaña, más hábil y decidida, consigue desplazar a sus rivales y concierta la cesión de un empréstito por un millón de libras. El metálico (oro) que por esa obligación debió llegar a Buenos Aires, fue sustituido por las ganancias y el crédito local de los comerciantes ingleses aquí establecidos. En el mejor de los casos, pues, el gobierno de Buenos Aires recibió papel moneda emitido por el Banco de Descuentos y comprometió sus finanzas, presentes y futuras, en una deuda a oro al extranjero. El gobierno recibió papel de circulación interna y lo transformó en una deuda exterior en oro.

Pero según todos los indicios, las letras o valores dados al gobierno de Buenos Aires a cambio del oro metálico que debió entregársele como producto del empréstito, no fueron ni siquiera efectivamente abonadas por los comerciantes ingleses locales, es decir que el gobierno de Buenos Aires enriqueció la economía inglesa con un millón de libras gratuitamente cedidas, pagaderas a 40 años de plazo, con un interés del 6% anual. El Estado argentino iniciaba así su marcha, hipotecado con Gran Bretaña.
Es interesante informar cómo este empréstito fue empleado de inmediato como un instrumento psicológico favorable a todas las pretensiones inglesas.”

Una anécdota que condensa esto último: “En sus Memorias, el gobernador de Corrientes, general Pedro Ferré, nos relata una entrevista que él sostuvo por esos años con el ministro de Hacienda, doctor Manuel J. García. Dice Ferré: Trataba yo en visita particular con el ministro García, en Buenos Aires, sobre el tema de la importación de frutos extranjeros, que produce nuestro país en abundancia, y sobre el fomento de la industria en todo aquello que el mismo país nos brinda, que ha sido siempre mi inquietud. García procuraba eludir mis razones con otras puramente especiosas, pero que les daba alguna importancia la natural persuasiva del que las vertía. Entonces le dije que prometía callarme y no hablar jamás de la materia se me presentaba, por ejemplo, alguna nación del mundo que en infancia o mediocridad, hubiese conseguido su engrandecimiento sin adoptar los medios que yo pretendía que se adoptase en la nuestra. García confesó que no tenía noticia alguna, pero que nosotros no estábamos en circunstancias de tomar medidas contra el comercio extranjero, particularmente inglés, porque hallándonos empeñados en grandes deudas con aquella nación, nos exponíamos a un rompimiento que causaría grandes males…” De tal manera usado, el empréstito de 1824 era un arma eficaz para ahogar las industrias del interior.

“Una de las características más temibles de la diplomacia inglesa es la de operar a largo plazo. Asombra conocer los planes ingleses trazados a principios del siglo 19 y comprobar la meticulosidad con la que se han llevado a cabo. Crear bases marítimas, instigar a unos estados contra otros, mantenerlos en mutuos recelos, tal es justamente la obra perniciosa desarrollada en silencio por Inglaterra. Su resultado más visible es el collar de bases marítimas que rodea a América. Malvinas es actualmente una estación naval de primer orden, constituida especialmente para la defensa de los intereses británicos en Suramérica. Con cuanta razón escribía el embajador británico Canning a Granville, poco después del reconocimiento de los nuevos estados americanos en 1825: “Los hechos están ejecutados, la cuña está impelida. Hispano América es libre y si nosotros sentamos rectamente nuestros negocios ellas será inglesa.”

El cúmulo de información histórica posibilita en la actualidad dotar a la educación con herramienta de análisis que garanticen, desde la enseñanza, una visión abarcadora desprovista de chovinismo, prejuicios y condicionamientos propios de naciones acomplejadas.

Quiero decir…no por ello vamos a dejar de escuchar a Los Beatles.

Julio Capanna - Armstrong y región

No hay comentarios:

Publicar un comentario