“La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”. Definición concreta la de Carlos Marx para hablar de la dialéctica humana de los últimos 7 mil años. “La clavó en el ángulo” podría argumentar –futbología mediante- refiriéndome a los 300 últimos años en los que el capitalismo se transformó en el sistema económico dominante a escala global. Para los que descreen de la conflictividad de clases inherente al capitalismo y adhieren a la idea de la “armonía” económica que engendra, marcha un ejemplo con fritas: “en EE.UU el 75% de la milanesa –léase riqueza- se la come el 1% de la población”. ¿Cómo se consigue este nivel de aceptación de tamaña desigualdad? Manteniendo a un alto porcentaje del 99% que “lo mira por TV” en un limbo de ignorancia cívica y sujeción mediática; con una buena pizca –hollywood mediante- de patrioterismo imperialista.
Pero a no confundirse. No es que los norteamericanos no conozcan al amigo Marx. Sucede que los que lo conocen y estudian -desde que al chabón y a su amigo Engels se les dio por vocear el Manifiesto Comunista- son precisamente parte de ese 1% que está en la cúspide social y económica que incluye -entre otros varios privilegios- el acceso a la educación superior en las universidades más prestigiosas. Esta educación selectiva y reservada a las clases dominantes atraviesa la totalidad de la historia humana. Hasta acá “nada nuevo bajo el sol”.
¿Y para el vulgo?...“Pan y circo”.
De lo antedicho surge la primera evidencia: CONOCIMIENTO = PODER
Si a la frase del filósofo alemán le agregamos “conocimiento” nos queda: “Conocer la historia de la humanidad es conocer la historia de la lucha de clases”. Y es aquí donde aparece la protagonista que se suma a todo este cambalache y que completa la trilogía: la POLÍTICA. Historia y Política son inseparables cuando de interpretar el presente se trata. Ignorancia o conocimiento histórico están íntimamente ligados a los valores impuestos por las clases dominantes que detentan el poder económico y por añadidura el político.
La “historia oficial” es pues el resultado lógico de esa política, que busca perpetuar los valores y simbolismos del status quo dominante; organizando la educación en todos sus niveles –inicial, secundario, terciario y universitario- en función a la aceptación de las condiciones de sometimiento y dominio inherentes al sistema económico impuesto o al que se pretende imponer.
¿Y por casa como andamos?
En los “alegres ´80”, fui uno más de los educados en un aprendizaje histórico sesgado, acotado e inocuo de los acontecimientos de nuestro país, heredado de una dictadura cívico/militar que seguiría –en lo económico- perpetuándose hasta principios del siglo XXI. Una carrera contra reloj para comprimir decenas de años, fechas y nombres en unas pocas horas semanales. Nuestra historia más reciente, la del siglo XX, quedó reducida al hecho estadístico.
Pasarían varios años hasta llegar a comprender que el desconocimiento histórico forma parte –y los acontecimientos que actualmente involucran al actual gobierno provincial y su intensión de quitar la asignatura Historia del 1º año del secundario así lo demuestran- de una estrategia política que, en sus fines últimos, nos pretende “bárbaros a civilizados”.
Julio Capanna para Armstrong/Región